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Cuando el arte se convierte en una pasión verdadera

Bien dicen que los dones nacen y se desarrollan exactos con preparación constante, es ahí cuando se tiene la certeza de que al destino no se lo puede cambiar, la gente viene con una habilidad desde la cuna.

En la vida, cuando aparecen seres extraordinarios, no se los pasa desapercibidos, más aún si lo conocemos a través de su historia. Así empieza el relato de este imbabureño que con la habilidad de sus manos nos presenta una obra que traspasa las fronteras, ganadora de varios premios internacionales.

El artista

Carlos Rodríguez es todo un personaje, es escultor. De caminar pausado, con grandes ideas artísticas en su cabeza y meticuloso al hablar, sus palabras tienen el don de hacer que el oyente esté atento a lo que dice, esperando un relato lleno de anécdotas y experiencias.

Oriundo de San Antonio de Ibarra, descubrió que tenía talento para la escultura desde los 9 años, pues en su tierra natal se forman los mejores artesanos de país, aquí está uno de los centros de formación artística más importantes de Ecuador, el Instituto de Artes Daniel Reyes, donde hizo sus primeros ensayos en madera. La influencia de su pueblo lo ayudó a crecer y convertirse en un profesional.

Poco a poco, agarró el gusto por las formas en tercera dimensión y se inclinó más por ellas que por la pintura. En su taller no hay horas, ni días. Ahí, él está en un diálogo entre su ser interior y la materia misma, porque ama hacer arte y está en su mundo.

Sus vivencias se plasman en un meticuloso trabajo escultural que mucho tiene que ver con el gusto de vivir las artes en su forma original. Su vida se desarrolló entre Ecuador, México y EEUU, en este último lugar vivió 25 años, en California, donde perfeccionó sus técnicas y se afianzó en ellas.

Para el maestro Rodríguez, la enseñanza de un artesano debe ser compartida. “Las técnicas y los oficios se desarrollan según las experiencias y de cómo uno las vea: de frente, de perfil o al revés, la intención de crear es jugar con las formas y los espacios”, comenta.

En sus trabajos, él busca una forma de expresividad, mezclando planos y curvas que formen un discurso, como si de un libro se tratase, pero, es una escultura. “El artista es un loco, un tipo que piensa y cree diferente, vive en un mundo diferente”.

Su crecimiento ha sido personal a través del tiempo, el apoyo de los entes rectores de la cultura no existe, según dice Carlos, algo que no le quita el sueño, porque para él “hacer arte es perder el hambre, la sed y vivir en armonía, es algo que da mucha energía”.

El maestro Rodríguez no piensa en jubilarse. Su obra ha sido muy premiada en Ecuador y fuera de él. Los materiales utilizados en ella son vidrio, barro, piedra, granito, bronce y aluminio mezclados con las técnicas aprendidas en México y de las que saca provecho a la hora de diseñar.

Entregado a su trabajo al 100%, en su taller se aprecian varios monumentos hechos desde cero, donde se combinan varias técnicas y se perfilan verdaderas obras de arte y donde la sensibilidad artística está en su máximo nivel.

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